En Palencia, al igual que en resto de España, se ha practicado la apicultura desde tiempos remotos especialmente en las zonas de la Valdavia y de la Montaña. Se daban dos tipos de explotaciones, una más familiar, con el cuidado de las abejas viviendo exclusivamente de ellas, y otra en la que los labriegos, además de la tareas agrícolas, complementaban estas tareas con los ingresos auxiliares que obtenían de las colmenas.
La supervivencia de múltiples colmenares antiguos o sus restos, diseminados por todos los pueblos de nuestra provincia hacen suponer que el segundo tipo de explotación fue el más extendido. En concreto, en Buenavista y Barriosuso, hubo momentos en que había un colmenar cada 200 metros.
El éxodo masivo del campo a las ciudades de los años 60 dejó muchas zonas despobladas. También se intensificó la agricultura extensiva que produjo la desaparición de vegetación espontánea, de gran valor para la apicultura.
Ambos factores intervinieron en el abandono de muchos colmenares y los que sobrevivieron lo hicieron por nostalgia, más que por su interés económico.
Hoy se aprecia un despertar de la apicultura, reparándose colmenares familiares y atendiendo a explotaciones que no sobrepasan las 15 ó 20 colmenas, que lejos de suponer un gran beneficio económico, sí supone un enorme beneficio medioambiental por su labor polinizadora.